Teorías del aprendizaje
El psicoanálisis
El psicoanálisis es, sin duda una de las corrientes de pensamientos claves para entender no solo la psicología del siglo pasado. Su influencia, sin embargo, se extiende mas allá del propio campo de la psicología para extenderse a múltiples manifestaciones artísticas. Sin el psicoanálisis, nuestra comprensión de gran parte del pensamiento, la literatura, la pintura, el cine, etc. del pasado siglo resultaría sin duda alguna incompleta, cuando no en algunos casos carente de significado.
Sin embargo, y aunque esta influencia cultural sigue vigente hoy en día, el impacto del psicoanálisis en la psicología, y especialmente en la psicología científica (no tanto de la psicología como práctica clínica, donde el psicoanálisis y sus derivados gozan todavía de buena salud en numerosos contextos), hoy parece haber remitido y estar circunscrita únicamente a la historia y origen de ciertos conceptos.
Si tuviéramos que escoger las características del psicoanálisis más influyentes, que mayor impacto han tenido en la configuración de la psicología (y, en concreto, de la psicología del desarrollo) tal y como la conocemos, tendríamos que nombrar al menos tres:
- Enfoque clínico: Desde el psicoanálisis se considera la enfermedad como camino para elaborar una teoría de la normalidad. Los intereses del psicoanálisis (y los de Freud en particular) se centran básicamente en una comprensión de lo patológico. Es a partir del estudio y comprensión de lo patológico cuando se contextualiza dentro de un marco en que se da sentido también a lo no patológico. En este sentido, el psicoanálisis, además de ser un marco conceptual de entender el mundo, es una técnica terapéutica que tienen el objetivo de curar procesos patológicos.
- Enfoque genético: Dentro de la búsqueda del origen de los síntomas y los cuadros clínicos, el psicoanálisis analiza el desarrollo y las situaciones vividas (o fantaseadas) en la infancia, donde cree encontrar las claves de las situaciones presentes. Para autores como Martí (1991) este enfoque genético ha ayudado a comprender el desarrollo del comportamiento humano y es la clave para entender su influencia en la psicología evolutiva.
- Estudio del inconsciente: El psicoanálisis, si no fue la primera corriente que propuso la noción de fuerzas no conscientes, sí fue quien dotó a estas fuerzas de un protagonismo en la explicación de nuestro comportamiento consciente. Para el psicoanálisis la clave de nuestro comportamiento (y la clave para entender la patología, por otra parte) se encuentra en lo no evidente, en lo reprimido, en fuerzas ajenas a nuestra voluntad y que funcionan en un nivel del que no somos conscientes. El psicoanálisis, en cierto sentido, aborda las partes ocultas de la persona, partes que incluso son no reconocidas o temidas, y las eleva al rango de factor explicativo.
Es por otra parte imposible no hablar del psicoanálisis, sin hablar de su creador, Sigmud Freud. Freud no solo es el creador del psicoanálisis sino el promotor de su desarrollo posterior, tanto desde el punto de vista puramente conceptual como desde el punto de vista institucional y social.
El origen del psicoanálisis lo podemos encontrar en los trabajos iniciales de Freud en París bajo la guía de Charcot, quien le introdujo en la hipnosis como técnica clínica. Posteriormente, de vuelta a Viena, comienza a utilizar la hipnosis no como método terapéutico, sino como modo de acceder a ciertos contenidos no accesibles a la conciencia que parecían estar en relación con los síntomas histéricos de sus pacientes. Ya en esta época es donde comienza a ver la importancia del inconsciente y de la naturaleza sexual de sus contenidos, dos de las claves de su propuesta. El libro "la interpretación de los sueños" (1900) será la culminación de esta primera etapa de trabajos. A partir de ese momento, la popularidad y aceptación de las propuestas de Freud crece y se comienzan a formar círculos psicoanalíticos. Sin embargo, este crecimiento dará lugar también a escisiones en ocasiones traumáticas, como los casos de Jung primero, de Adler más tarde. Desde un punto de vista teórico, el trabajo de Freud es muy intenso y se concentra en dos aspectos fundamentales, que irá revisando a medida que pasan los años:
- El análisis y formación de la personalidad y en sus teorías de las pulsiones
- La formación de la cultura, que la fundamenta en procesos individuales como el Edipo y que evoluciona hacia tintes cada vez más pesimistas
Instancias de la personalidad
Freud entiende a la persona como compuesta por tres instancias que establecen una relación dinámica (y muchas veces, como veremos, de conflicto y lucha) entre ellas. Estas instancias son el ello, el superyo y el yo.
El ello
El ello representa aquellas pulsiones, de carácter básicamente sexual, que forman parte de nuestro inconsciente. Estas pulsaciones luchan por descargarse, por aliviarse, ya que el ello se guía por el principio de placer y necesita reducir la tensión que producen estas pulsaciones dándole salida de alguna manera.
El superyo
El superyo representa la interiorización dentro de la personalidad de las normas y valores sociales. Es el principio moral de la personalidad, que insta a que nos comportemos según los demás esperan de nosotros.
Evolutivamente, el superyo se forma a partir de la resolución del complejo de Edipo, cuando el niño se identifica con la figura del padre y la incorpora dentro de sí mismo, en forma precisamente de superyo.
El yo
El yo (o ego) representa la parte consciente y racional de nuestra personalidad. Es la instancia que se encarga por una parte de controlar las exigencias del ello, dándoles salida dentro de los límites que permite el superyo. Es, de acuerdo con la metáfora del propio Freud, como el conductor de un carro del que tiran dos caballos salvajes, muchas veces en direcciones opuestas que son el ello y el superyo.
Etapas de desarrollo psicosexual
Freud afirma no solo que los niños tienen instintos y deseos sexuales, sino que la comprensión de estos instintos y deseos es fundamental para la comprensión de la vida sexual adulta y se encuentra en el origen de numerosas patologías de carácter psíquico. Freud entendía que estos impulsos sexuales (que denomina libido) iban más allá del propio acto sexual, e incluye en ellos los sentimientos de satisfacción que experimentamos realizado las más diversas actividades (y no sólo el acto sexual). Por ejemplo, el acto infantil de chupar proporciona al niño, según Freud, satisface impulsos de crácter sexual.
A diferencia de las etapas piagetianas, esta secuencialidad se puede romper en ocasiones de acuerdo a los fenómenos de fijación y regresión. Por fijación, Freud entiende la conservación de la localización de la libido y el interés sexual en zonas y aspectos propios de etapas previas de desarrollo. Así, la persona fijada en una determinada etapa permanece anclada en cierta medida en esa etapa, lo que se expresa en determinados síntomas característicos. Cuando el anclaje es muy fuerte, estaríamos en el origen de una enfermedad psíquica.
Por otra parte, para Freud, los niños son, en potencia, perversos polimorfos. Es decir, pueden ser inducidos a toda clase de extralimitaciones sexuales (perversiones), ya que estas perversiones encuentran muy pocas resistencias en sentimientos de pudor, de vergüenza, de repugnancia o morales que se encuentran en los niños todavía muy pocos desarrollados (Freud, 1972; p. 56).
Etapa oral
En esta etapa, que comprendería fundamentalmente el primer año de vida, la libido está fijada en las zonas orales y vinculada a situaciones de alimentación y satisfacción de necesidades básicas como el hambre.
Así, además de proporcionar alimento y ser necesario para conservar la vida, el acto de chupar el pecho materno proporciona al bebé una enorme satisfacción. Pronto el bebé desvinculará este placer del chupeteo del propio hecho de alimentarse, pasando a chupar sólo para tener el placer asociado. Así los niños comienzan a chupar su dedo pulgar o se calman cuando les dan un chupete, incluso cuando no tienen hambre. Freud calificó estos comportamientos sexuales tempranos como autoeróticos, ya que la satisfacción del placer se obtiene a partir del propio cuerpo, sin dirigir esa gratificación a objetos (o cuerpos ajenos).
En la segunda mitad del primer año, de acuerdo con la descripción de Freud de la etapa oral, se comienza a desarrollar la idea del otro (especialmente de la madre) como objeto separado de uno mismo, y como fuente externa de las gratificaciones orales. Por ello, la ausencia de la madre provoca a menudo en los bebés sentimientos de ansiedad.
La etapa anal
Esta etapa se desarrollaría para Freud durante el segundo y tercer año de vida y se caracterizaría por una centración de la libido en la zona anal, que pasa a ser el centro de interés sexual del niño.
Esta centración de la libido en la zona anal se produce a medida que el niño va teniendo cada vez mayor control sobre sus esfínteres, lo que le permite decidir sobre el momento en el que se llevará a cabo sus deposiciones. El niño de estas edades se interesa también por las heces como productos de sus esfuerzos de control. Sin embargo, este interés por las heces será reprimido y castigado de manera muy severa por los padres, que a la vez presionan al niño para que aprenda cuanto antes a tener control sobre sus deposiciones.
Ante estas demandas parentales, algunos niños se revelan y comienzan a desarrollar un comportamiento desordenado y sucio, rasgos que a veces se mantienen hasta la adultez. Sin embargo, en otras ocasiones se produce una reacción contraria. El niño acepta acrítica la presión paternal y la generaliza y sigue con excesiva rigidez.
La etapa fálica
Entre los tres y los seis años del niño entra en una tercera etapa: la etapa fálica. El acontecimiento que denomina esta etapa es uno de los más conocidos (e importantes) dentro de la teoría freudiana del desarrollo, el complejo de Edipo.
El complejo de Edipo se puede caracterizar como una crisis que acontece a partir del momento que el niño comienza a interesarse por su pene, cuando la libido se traslada a esa zona de su cuerpo. En esas primeras fantasías sexuales en las que participa el pene, la madre se supone que juega con un papel fundamental. El niño desarrolla deseos sexuales incestuosos, que toman la forma de comportamientos reales o imaginados en lo que se ve a sí mismo besando a su madre, durmiendo con ella, casándose con ella, etc. Sin embargo, el niño pronto se dará cuenta que estos deseos son irrealizabes, ya que topa con la figura del padre que se convierte en su rival para obtener los favores y el amor de la madre.
Etapa genital
Tras la resolución de Edipo, el niño pasa por un periodo que Freud denomina de latencia, en las que las fantasías sexuales permanecerían reprimidas y estables. Esta etapa sería entonces de relativa calma, calma que se rompería sobre los 11 años y con la aparición de la adolescencia.
En estas edades, los impulsos sexuales aparecen con fuerza. Los miedos y fantasías edípicas vuelven a aparecer y entonces resulta importante para el desarrollo poder librarse de nuevo de ellos. Esta liberación se lleva a cabo mediante una separación de los padres y ruptura de dependencia familiar. El niño (el ahora adolescente) ha de superar su amor sexual hacia la madre buscando el mismo una mujer diferente, u objeto sexual alejado de ella y debe superar también la rivalidad con el padre afirmando su independencia.
Para Freud, esta búsqueda de autonomía e independencia nunca es fácil, y la adolescencia se convierte así en una etapa vital problemática, caracterizada por el conflicto.
Más allá de Freud
La ortodoxia freudiana es tan solo una versión del psicoanálisis. No mucho después comenzaron los cismas dentro del movimiento psicoanalítico.
- Jung, fue el primer investigador psicoanalítico importante en separarse de la ortodoxia de Freud, apuesta por un psicoanálisis menos individualista y centrado en pulsiones exclusivamente de tipo sexual y de mayor contenido cultural y antropológico.
- Adler, que provocó la segunda gran división en el psicoanálisis, también discute el carácter sexual de las pulsaciones humanas. Pero, en lugar de enfatizar su carácter cultural, como hizo Jung, Adler subraya la naturaleza agresiva (no sexual) de muchas de ellas.
- Las implicaciones y propuestas de Freud en relación a la cultura generaron un núcleo de investigación propio, que poco a poco se fue diferenciando de las ideas freudianas ortodoxas.
- Otra serie de investigadores han tratado de vincular el pensamiento psicoanalítico al marxismo, incidiendo en como la estructura social conforma al individuo, reprime ciertos impulsos y potencialidades de desarrollo y está en el origen de muchos conflictos individuales.
Por otra parte, y aunque su relevancia dentro del conjunto del psicoanálisis es quizá menor
- Anna Freud: La hija del fundador del psicoanálisis fue la pionera en la aplicación de esta perspectiva al estudio y tratamiento de los niños y el desarrollo de la infancia. Esta aplicación requirió una adaptación de algunos de los supuestos y técnicas psicodinámicas.
- Melanie Klein: A diferencia de Anna Freud, que siempre se mantuvo fiel a su padre, Melanie Klein se aparta de la ortodoxa freudiana. Destaca por su trabajo sobre la vida emocional de los bebés y, no rechaza las instancias propuestas por Freud, sitúa su formación en el primer año de vida.
- René Spitz: Centró su investigación en el primer año de vida. Sus aportaciones más importantes se centran en la actitud de la madre y los cuidadores del bebé y la influencia que esta actitud tiene para el desarrollo posterior.